Resopilación de P. Nelson Henríquez V.

Texto de Amanda Labarca
educadora escritora chilena.-

VOZ DE LA RAZA


Joven, no escuches a los masestros de desaliento que pregonan la inferioridad de tu patria frente a los otros grandes países de la América. Ni Brasil con sus cafetales, ni México con sus fastuosas entrañas, ni Argentina con sus llanos óptimos, valgan para tí lo que este pedacito de suelo agreste que entre vegas y riscos se empina ansiosamente desde el océano a la altísima montaña. Jamás ha medido la historia la grandeza de los pueblos por los kilómetros de su territorio ni por el oro de su riqueza bruta. Un puñado de islotes en el mar azul y una hondonadas estrechas entre sierras ásperas, tal fue la patria del pueblo heleno, de esa milagrosa nación en donde se detuvo la mirada escrutadora de Atenea y en donde la más alta, la más espléndida, la más perfecta belleza humana tuvo su origen y alcanzó su gloria. No se contaron por millones los hermanos de Leónidas, de Fidias, del divino Platón. Unos cuantos hombres apenas bastaron para forjar la copa y escanciar el licor en donde han ido a abrevar su sed de belleza y de ciencia de los hombres de todos los siglos.
Nol prestes oidos a los predicadores de pesismismo. Sabe que lleva tu raza la cifra de los destinos superiores. Se vale por lo que se es y no por lo que se tiene. Raza es la tuya homogénea y fuerte; sangre de conquistadores y sangre de guerreros indómitos circula por tus venas. Forjada en el yunque de la adversidad y de la pobreza, es recia y bravía como el espino del monte cuando le azotan los vientos contrarios, y como el espino sabe tambien aureolarse de perfumes y de flores en los dias de bonanza.
Cuando todos los demás pueblos de la América Latina se debatían en gemidos revolucionarios yh no hayaban modo de gobernarse, tú tenías un gobierno estable que con una mano deshacía cadenas y con la otra encendía la lámpara del saber en el Instituto y en la Biblioteca Nacional. Pobres, los más pobres de Sud América, vivimos y continuamos viviendo. La virtud, la honestidad, la laboriosidad de nuestros antepadasados, esa fue su riqueza. Ni el oro de Alaska, ni los brillantes del Brasil, ni el petróleo de México, valgan para ti lo que esa riqueza viva que se ha hecho carne de tu cuerpo y ritmo de tu corazón.
no escuches, joven, a los voceros de desaliento. No les ecuches tampoco si te hablan de las olas contrarias que hoy azotan el barco de la República. Todos los países han pasado alguna vez por crisis semejantes en las que luchan ideales nuevos con moldes antiguos; pero tales crisis en los pueblos fuertes son apenas dolecinas de crecimiento que desaparecen con la edad madura. No les creas, joven, porque en ti esperamos. Que tu escudo de batalla sea la virtud, que tu brazo esté armado de la constancia, que tu corazón esté encendido de amor por este suelo, cuna de tus antepasados y gloria de tus días, y ningún pais de este continente valdrá lo que el país tuyo con hijos como tú. Ten fe, no desmayes. Trabaja convencido de que esculpes con tus propias manos el bronce de la historia nuestra. Montañeses y costaneros somos; firmes como las rocas, leves y soñadores como la ola y como las espumas del mar; arraigados a la quebrada nativa, se nos va el espítitu tras de lo desconocido de las ondas, tras la barca azul de los ensueños lejanos. Así los helenos de la guerra de Troya; así también los hijos de Eneas.
No escuches a los agoreros del mal. Afina, sí, tus oídos a las voces del terruño que para tí se cuaja de flores y se sazona de frutos; oye la voz del agua que para ti se desprende de los agrios peñascales; escucha lo que te está susurrando desde siglos la savia metálica de tus montañas; ausculta las voces invitantes del mar. "Hijo de Chile, te dicen, ten fe; millones de años te hemos aguardado, ámanos con constancia, ámanos empeñósamente, ámanos con toda tu inteligencia y con todo tu corazón, ámanos triunfalmente y el porvenir será tuyo, ¡oh hijo de la montaña y el mar".


Nota: Todos estos trabajos se escriben de manera muy apurada, gradualmente serán corregidos.